No existe un método de enseñanza universal: dependiendo de la persona con la que realizo las clases, de sus inclinaciones, tipo de memoria y aprendizaje, decidimos juntos cuál es el método más conveniente para desarrollar al máximo el interés y la motivación del alumno/a. Así, las horas de estudio pueden ser de participación activa y placentera, y no de aburrimiento y escucha pasiva.

Mis clases están dirigidas a estudiantes de secundaria y bachillerato (de 10 a 18 años). Creo firmemente en la importancia del conocimiento porque solo conociendo podemos sentirnos realmente libres. Para mí, enseñar significa tener la oportunidad de transmitir todo esto a otra persona, ser útil y poder ayudar; intentar desmantelar el mito de la escuela que no funciona, la escuela aburrida que no te aporta nada concreto para el presente ni el futuro. Me gustaría que la escuela, y la enseñanza en general, fueran lugares en los que uno se sienta seguro y deseoso de conocer, aprender, formarse y evolucionar.
Mi enfoque se basa en una relación de confianza y respeto mutuo con el alumno/a, porque creo que un ambiente relajado y sin presión es esencial para el aprendizaje. Me esfuerzo en adaptar cada lección a los intereses personales del estudiante, haciendo que los temas sean lo más relevantes y atractivos posible. Uso ejemplos prácticos y aplicaciones en la vida real para que los conocimientos no se queden solo en la teoría, sino que tengan un impacto concreto en el día a día.

También doy mucha importancia a la retroalimentación continua, porque creo que es fundamental que el estudiante entienda dónde está mejorando y dónde necesita más apoyo. Al fomentar una mentalidad de crecimiento, ayudo a los alumnos a superar el miedo al error, haciéndoles ver que equivocarse es parte del proceso de aprendizaje.